Ya una vez que nacemos, nos convertimos en ganadores, solo por el simple hecho de llegar a este mundo y disfrutar de él. El sentir esa sensación de triunfo nos hace experimentar una sensación de grandeza y éxito en la vida.
Pero qué sucede si las cosas no salen como uno las esperaba, que los obstáculos cada vez se vuelven más repetitivos en el camino, que las cosas no se ven tan claras como antes, que las señales rojas son más comunes.
Lo único claro que tengo en esta vida, que nada me va a detener en mis metas, que si las cosas se ven color de hormiga, seguiré adelante, porque lo principal y más importante que debe tener un ser humano en esta vida, es la claridad de sus sueños.
¿Qué la vida no es fácil? Lo sabemos. ¿Qué si nos caemos nos levantamos? Si y sin ningún problema y con la frente bien en alto. La vida no te da todo en bandeja de plata, nosotros tenemos el potencial de crear oro y diamantes para esa bandeja que nos regala el universo.
El perder duele, pero duele más el no a ver aprendido nada de esa caída, que se hizo más fácil pasar la página y hacer borrón y cuenta nueva. De eso no se trata el estar en este mundo, se trata de luchar y aprender de los errores y rápidamente reinventarse día tras día.
No lo sabemos todo en esta tierra pero si sabemos el ensayo y prueba, y eso se debe aplicar en cada momento, hasta lograr un resultado final, pero jamás detenerse porque a la primera no funciono.
Arriba esos corazones y que cada derrota la veas como logros en tu camino, porque sabes que no lo volverás hacer, pero si lo haces contaras con otras herramientas que te llevarán al triunfo.
Duele perder, pero más duele no persistir
