Despedirse es uno de los sentimientos más duro que puede experimentar un ser humano, y es que de solo pronunciar la palabra “Adiós”, nuestra voz se quiebra y nuestro corazón se acelera.
Anteriormente no tomábamos con la seriedad que le corresponde el decir Adiós, hasta que llega un momento en nuestra vida, que esa palabra toma verdaderamente importancia.
Para mí un adiós a tiempo cura el dolor del autocastigo cuando decimos “para que voy a decir adiós y volveré a verte”, pero no nos percatamos que la vida no es para luego, la vida es el hoy y el ahora.
El decir Adiós a en el mejor de los momentos, me ha ayudado a estar en paz conmigo mismo y con las personas que amo. Ese abrazo, ese beso y ese te quiero luego de decir adiós es la sensación más pura que me quedó cuando me doy la vuelta y sigo mi camino.
No seamos de mente pequeña al decir “no me gustan las despedidas” “no quiero llorar”, tomemos el toro por los cuernos y permitámonos sentir y vivir cada momento.
Es muy delicioso sentir ese abrazo y esas palabras de la persona que amas y que eso se vuelven los mejores recuerdos en nuestro andar.
